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El Ángel: cuando el misterio lanza su más elegante zarpazo

03 de octubre de 2018, 23:40. Por: Laureano Manson. Fuente: MDZ Online.

imagen El Ángel: cuando el misterio lanza su más elegante zarpazo

Hay dos caminos posibles para encarar una película biográfica de alguien cuya vida haya tenido trascendencia popular y mediática. Existe la tentación de inclinarse a un registro lo más fiel posible a los episodios retratados, hablamos aquí de biopics tan formales y rígidas, que generalmente derivan en ejercicios fríos y poco inspirados en términos cinematográficos. La otra opción, que generalmente resulta mucho más fascinante, tiene que ver con la apropiación que se permite el director sobre los personajes e historias que aborda.

En este sentido, para los estudiosos y puristas sobre los crímenes de Carlos Robledo Puch, hay que remarcar que Luis Ortega juega claramente con las cartas de un abordaje libre sobre los delitos de unos de los asesinos más legendarios de nuestro país. Y si bien el talentoso guionista y director utilizó como punto de partida el libro El Ángel negro, de Rodolfo Palacios, su película se propone como una experiencia movediza, exenta de la recreación minuciosa de los hechos, y a su vez despojada de una mirada psicologista. Ortega no construye su relato desde el velo del juicio moral, ni mucho menos desde la demonización del protagonista central.

En términos de lenguaje, el film arranca con un subrayado tropiezo del que luego logra salir airoso. Vemos a Carlitos (descollante debut actoral de Lorenzo Ferro), ingresando en una elegante casa, recorriendo como un felino sus rincones, mientras un off suenan frases como: "¿La gente está loca? ¿Nadie considera la posibilidad de ser libre?". El resto de la película prescinde del monólogo interior, por lo tanto ese recurso encarado desde un perfil un tanto televisivo, no termina de encontrar del todo una pertinencia. Pareciera que el director quiere blindar de antemano a su antihéroe, o bien anticiparle al espectador el tono de la historia. Una suerte de tutorial sobre cómo abordar su film. Pocos minutos después, queda en claro que la película tiene espalda de sobra para sostener lo que se ese off anunció explícitamente, y tal vez hubiera sido más climático ver simplemente a Carlos deambulando en ese caserón; hasta elegir un disco y ponerse a bailar con toda soltura en el living.

Esa introducción, que podría ser tomada como una concesión, al igual que el momento en que vemos cómo caen un par de lágrimas de los ojos del protagonista, quedan totalmente superados por el andar de una película que logra sostener cada una de sus opciones narrativas y estéticas con notable solvencia.

El Ángel no transita la fórmula del thriller que se regodea en las instancias de violencia, ni tampoco se instala en la pose cool y canchera de la mencionada primera secuencia. Luis Ortega, que ya había tenido una experiencia en la producción industrial con las series El Marginal e Historia de un clan, hace el mejor salto del cine independiente al mainstream que haya podido lograr cualquier realizador argentino en las últimas décadas, y de paso concibe su película más precisa e inquietante.

Esos son los dos conceptos que motorizan este film con destino masivo: precisión absoluta en su puesta, con una fusión totalmente orgánica entre escenas filmadas con la más depurada elegancia con otras que apuntan a un estilo seco y contundente; que remite a la atmósfera visual de algunas películas del Hollywood crítico de fines de los '60 y comienzos de los '70. Además, el carácter movedizo de El Ángel, esquiva que todo esquema que funcione a la perfección en una secuencia, se repita en versión automatizada en las siguientes. Por ejemplo, cuando Carlitos y su aliado Ramón (afilado Chino Darín) cometen el primer asesinato, víctima y victimarios actúan de una manera desconcertante. Hubiera sido muy sencillo para Ortega, replicar esa dinámica en los restantes asesinatos, pero no. Más allá de que todos conozcamos de antemano el desenlace, la película se propone como una exploración sobre la misteriosa figura de Robledo Puch. Un viaje multidimensional por las entrañas de un delincuente.

Los aportes de humor e ironía están jugados desde un lugar que tiene que ver más con el extrañamiento que con el cinismo. Algunos de estos filosos pasajes encuentran a su perfecta portadora en Mercedes Morán. Cada vez que ella irrumpe en escena, su impronta es capaz de devorar a Lorenzo Ferro, Chino Darín, Daniel Fanego y Peter Lanzani. Más allá de la potencia de Morán, todos están fuertes y convincentes en sus roles, aunque a la madre de Carlitos, interpretada sobriamente por Cecilia Roth, tal vez le falta una vuelta de tuerca narrativa. Que los personajes tengan espesor y no sean meras maquetas, es lo que le permite a Ortega envolvernos en un juego de seducción, que parte de la cautivante mirada con la que sigue los pasos de cada uno de ellos. Se ha hablado mucho sobre el latente homoerotismo entre Carlitos y Ramón, pero lo verdaderamente sustancial es que el vínculo entre ellos atraviesa múltiples desplazamientos, en donde los roles de dominante y sumiso, se permiten giros tan tajantes como rotundos.

El Ángel pudo elegir el camino más sencillo, que hubiera sido el del thriller shockeante y ultra violento. También pudo por sobrecargar las tintas en el contexto histórico en que transcurre la historia, los tenebrosos años de comienzos de los '70 en Argentina. Sin embargo, la película tiene una fuerte conexión con premisas existenciales del presente. No se trata de un relato generacional, más allá de que su personaje central sea una adolescente. Luis Ortega nos habla sobre la imperante urgencia de vivir el momento, pero también sobre un entramado vincular con el que hoy se puede manejar tanto un chico de 20 años como una persona mayor. Nos acompañamos como podemos, nos usamos, nos explotamos y nos descartamos; todo sin culpa ni sentencia moral alguna.

El mayor potencial de este auspicioso salto de Luis Ortega, de películas independientes de acotada difusión como Caja negra y Lulú, a este estreno que llegó a cientos de salas del país; consiste en el aprovechamiento máximo de cada puerta y cada movimiento que propone en El Ángel. Otros directores contemporáneos como Santiago Mitre, quien también tiene sus orígenes en el cine indie, transitó de inquietantes propuestas iniciales como El estudiante y La patota, a una anodina experiencia mainstream como La cordillera, film que tenía todo el potencial para ser un brillante thriller psicológico, pero que en el camino se traicionaba a sí mismo para navegar en las convencionales aguas del estofado político. Ortega en cambio, sabe que la clave del asunto consiste en adentrarse en el abismo del misterio, y hacer que ese viaje se vuelva una experiencia fascinante.

El Ángel / Argentina-España / 2018 / 115 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Lorenzo Ferro, Chino Darín, Mercedes Morán, Daniel Fanego, Cecilia Roth, Luis Gnecco, Peter Lanzani.

Fuente: MDZ Online

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