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Animales nocturnos: la angustia luego de la pesadilla

08 de febrero de 2017 Por: Benjamín Harguindey Fuente: Escribiendo Cine
imagen Animales nocturnos: la angustia luego de la pesadilla

Aimales nocturnos (Nocturnal Animals, 2016) se lleva el premio a la apertura más bizarra: un desfile de mujeres completamente desnudas, deformadas por la obesidad, bailando en cámara lenta, blandiendo banderitas y bengalas del 4 de julio mientras llueve confeti y suenan violines que en otra época solían pronosticar melodramas glamorosos.

Esta grotesca ostentación es parte de una exhibición de la galerista Susan Morrow (Amy Adams). Susan es un personaje sumamente infeliz, atrapado en un matrimonio gélido y un círculo de relaciones banales; el asco que siente por su propia vida aparece reflejado en la basura que exhibe a modo de arte. En eso le llega un paquete de su ex marido Edward (Jake Gyllenhaal). Él es escritor y quiere compartir el manuscrito de su nueva novela: “Animales Nocturnos”.

La película sigue dos líneas narrativas – la de Susan y la del manuscrito que está leyendo, el cual cuenta una historia sumamente violenta y desagradable. En ella una familia es aterrorizada en el medio de una solitaria ruta tejana por una pandilla de rednecks (liderada por Aaron Taylor-Johnson); la pandilla embosca el auto de la familia Hastings y lo que sigue es una secuencia extremadamente incómoda en la que los rednecks desarman al patriarca Tony (Gyllenhaal en un papel doble) con un exasperante comportamiento pasivo-agresivo y lo humillan de manera permanente.

El libro pues se convierte en una historia de venganza – una en la que Tony es humillado una y otra vez, no sólo por sus enemigos sino también por sus aliados (Michael Shannon, impecable en el papel del sheriff a cargo de la investigación) y hasta por sí mismo en un momento crucial. Es un personaje que da tanta lástima que uno lo termina odiando. Uno de los temas centrales de la película es la “debilidad”, de la cual Edward es acusado varias veces (vemos flashbacks de su triste romance con Susan) y la cual Tony encarna tan insufriblemente a lo largo de la película.

Ambas historias son bastante pedestres – la de Susan es el típico lamento sobre la frivolidad burguesa, la de Tony es del orden del thriller vengativo (no se siente de explotación por la elegancia de la dirección). Ambas bien compuestas, pero si Animales nocturnos fuera exclusivamente sobre una u otra el resultado sería decepcionante. El poder de la película está en la enigmática asociación entre las historias – ¿cómo se relacionan? El montaje empata tanto al personaje (Tony) como al lector (Susan). ¿Por qué la equiparación? El libro y su propósito se convierten en el misterio principal de la película.

La mera lectura del manuscrito es un acto de autoflagelo para Susan, y la brillante dirección de la película pone al espectador en una posición de angustia afín a la de ella, a pesar de que en teoría se trata de una ficción (dentro de otra ficción). El proceso de disociación es interesante – toleramos una historia intolerable porque se trata de una ficción dentro de otra. ¿Por qué necesitamos ese margen doble? ¿Dentro del contexto de una película no es todo igualmente mentira?

La película está escrita y dirigida por Tom Ford – el diseñador de moda que inesperadamente se volcó al cine con Sólo un hombre (A Single Man, 2009) – y basada en una novela de Austin Wright. Es, en resumidas cuentas, emocionalmente perturbadora. Como El camino de los sueños (Mulholland Drive, 2001), trata sobre la crueldad del amor. El efecto total de es el de una pesadilla, o mejor dicho, la mezcla de angustia e inseguridad que uno tiene al despertar de una.

Fuente: Escribiendo Cine

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