El realizador Tato Moreno y la productora Claudia Gaynor, dupla tanto en la vida afectiva como profesional, han entendido que el triunfo de una película independiente depende tanto del tesón como de la virtud. No sólo desde el arduo y largo proceso en que un film es concebido, sino desde el laborioso acompañamiento en su recorrido por festivales y salas de cine; Moreno-Gaynor han demostrado una fuerza y disciplina pocas veces vistas en el cine local.
Más allá del empeño de esta poderosa dupla creativa, en Arreo encontramos una propuesta de gran nobleza cinematográfica, que ha sido reconocida con premios en certámenes internacionales, como el Festival de Cine de Mérida y Yucatán (México) y el Film Festival Della Lessinia (Italia). En tanto que a nivel nacional, ha cosechado triunfos en el Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires y el Festival Audiovisual Bariloche. Para continuar con la estimulante gira, Moreno próximamente presentará su material en el Chesapeake Film Festival, en Maryland, Estados Unidos.
A la importante lista de distinciones y el elogio unánime de la crítica, se suma la buena noticia de que desde hace tres semanas Arreo está entre las diez películas nacionales más vistas en nuestro país, gracias a su contundente performance de taquilla en Cine Universidad. Este jueves, la imperdible película mendocina comenzará su cuarta semana en cartelera en la sala de la Nave Universitaria, donde ya ha convocado a más de dos mil espectadores (ver días y horarios haciendo clic aquí).
El film de Tato Moreno cuenta con los dos componentes fundamentales que hacen de un documental una experiencia fascinante: una historia interesante para retratar y una mirada que sobrepasa la intención informativa. Hemos visto cientos de documentales que se conforman con transitar sus temas y personajes desde un abordaje meramente periodístico. Aquí en cambio, desde el primer minuto, queda en claro que estamos frente a un director con buen pulso de cineasta, capaz de sostener a lo largo de hora y media un relato tan minucioso como sensible. Y ese es sin dudas el gran triunfo de esta desafiante gesta, acompañar a una familia de puesteros trashumantes de Malargüe, eludiendo la comodidad del pintoresquismo y abarcando las aristas más diversas de un oficio con futuro incierto.
En el centro de esta esta historia está Eliseo Parada, quien a través de la larga travesía que emprende en cada veranada junto a sus compañeros, perros, cabras y ovejas; transmite su genuino amor por el campo. La vida en esos bellísimos parajes del sur de nuestra provincia no es nada sencilla. A la falta de servicios básicos, se suma un largo listado de limitaciones, entre las que se cuentan la desazón que produce la partida de un hijo hacia la ciudad, la falta de apoyo político, y las dificultades de estas familias al no ser propietarias de las tierras en las que arrean.
El documental en ningún momento pretende poner a sus protagonistas en el lugar de sujetos entrevistados. El compromiso de Moreno y su equipo de producción va más allá, acompañando la labor de esta familia, captando una serie de reflexiones e instantáneas sin apelar a una puesta artificiosa. Estamos frente el caso de un realizador enamorado de la historia y personajes que retrata. La falta de momentos de interpelación, o de instancias que expongan alguna mezquindad en el mundo de los Parada; podrían inclinar el registro hacia un tono excesivamente paternalista, si no fuera por la decidida mirada de un director, que no descuida la influencia de las tensiones entre el progreso y el ancestral oficio que es eje de esta propuesta. De hecho, los pasajes más logrados de esta película se producen en la amalgama de estas fuerzas contrapuestas, sintetizada en las elocuentes imágenes de estos hombres arreando a cientos de animales sobre una ruta.
A nivel visual, las impresionantes vistas del sur mendocino, con sus noches enmarcadas bajo un alucinante techo de estrellas; son de un placer sensorial sin límites. Pero Tato Moreno jamás cae en el regodeo ante tamaña belleza natural. Lo suyo no es el abuso paisajista, sino la conquista de la inmersión del espectador en el todo, el relato y su contexto. Lo mismo sucede con la ultra precisa banda sonora, compuesta por Aballay&Corominas, que logra un ensamble sumamente orgánico con las imágenes, sin apelar al innecesario subrayado emocional. Desde el comienzo hasta el final, las canciones y décimas de Eliseo Parada, son la absoluta esencia de este documental. El realizador abraza la sencillez y sabiduría de las palabras del puestero. Con una atmósfera tan hipnótica como estremecedora, Arreo comparte las convicciones de un puñado de seres que perpetúan su andar, aunque el destino les baraje las cartas más inciertas.