La palabra francesa “avant” es utilizada en ballet para definir un movimiento que va hacia adelante, hacia la audiencia. Palabras en francés abundan en el glosario de esta disciplina. Pero tal vez sólo esta enmarque en su sentido el movimiento hacia adelante que supone la dirección de Julio Bocca en el Ballet Nacional del SODRE de Uruguay. Avant (2014) documenta eso y un poco más.
Lo primero que sorprende del film es encontrar en una de las primeras imágenes a uno de los mejores bailarines clásicos del mundo detrás de un escritorio. En un principio, vemos cómo aconseja a un bailarín sobre su carrera. Pero al rato lo encontramos resolviendo un problema con la orquesta. Luego opinando sobre el uso de la escenografía. Y así. Pero aquella sorpresa se diluye rápidamente porque el espectador se pierde en ese día a día en el teatro del SODRE que muestra el documental y todo se torna natural. La labor de los bailarines, de los técnicos, de las modistas reflejan cotidianeidad, es decir, un mundo en el que se trabaja, donde se conoce gente, se viven emociones, decepciones, ilusiones.
El director sigue con la cámara principalmente a Julio Bocca. Pero la compañía que dirige es la que habla por él. Lo que el espectador percibe es trabajo, nunca charlatanería. Acompañamiento a los bailarines, supervisión, preocupación por que las cosas salgan. Como si fuera una pieza más de ese gran ensamblaje. Algunas escenas otorgan pistas sobre el valor de su presencia como director en ese lugar, pero de él sólo se observa modestia. El objetivo del director Juan Álvarez Neme no es destacar a una figura sino mostrarlo a través de un reflejo, ese reflejo es el crecimiento artístico y la repercusión que adquirió la compañía tanto en Uruguay como en el mundo a partir de su gestión desde el año 2010.
La cámara del director no necesita subrayar nada, porque intenta acompañar, sin invadir. Sin embargo, los sentidos surgen. Así es que de a poco se trasluce el contraste entre el detrás de escena y el espectáculo. El ballet es la danza de lo etéreo, donde los cuerpos vuelan, se alivianan, giran casi naturalmente y todos los bailarines juntos devuelven al público la magia de esa ilusión. Sin embargo, detrás de eso hay cuerpos cansados, peinados que molestan, zapatos que aprietan, problemas sindicales, temas presupuestarios. Lograr la invisibilidad de esa inquietante trastienda a la hora de vender entradas pero también conseguir su buen funcionamiento no es una tarea sencilla. Y aquí se entiende por qué.
Documentales como Avant permiten que el espectador conozca otra faceta del mundo del arte. Aquella que por ahí apaga un poco la magia, pero que es la responsable de que esa magia suceda.