El director de After life (1999), Nadie sabe (Nobody Knows, 2004) y Un día en familia (Aruitemo aruitemo, 2008), Hirokazu Kore-eda, propone en De tal padre, tal hijo (Soshite chichi ni Naru, 2013) una historia familiar pero plena en observaciones sociales.
Un matrimonio de clase media alta recibe una noticia inesperada: el niño de seis años que crió no es su verdadero hijo. Por un motivo que se develará avanzada la trama, hubo un intercambio de bebés en el hospital y el hijo biológico terminó en la casa de una pareja humilde. Frente a la verdad, se generarán múltiples dilemas y crisis en ambos hogares (resueltos de diferentes formas).
De tal padre, tal hijo reconfirma el talento de Hirokazu Kore-eda, realizador capaz de dejar entrever un mundo en un solo plano detalle. Su capacidad narrativa está -una vez más- en función del drama interno; de allí que aún en las decisiones más cuestionables de los personajes siempre haya un espacio para la comprensión. Cada uno de ellos actúa con sus genuinas contradicciones y temores, y la película nunca los juzga. Si aquí se pierde parte del atractivo de una joya como Nadie sabe, es porque el relato se centra demasiado en la consciencia del padre profesional y adicto al trabajo, marginando un poco los demás personajes y apelando a algunas observaciones sociales poco sutiles. La mayor parte de los diálogos apuntan hacia las diferencias sociales en la sociedad japonesa moderna, y en algunas secuencias aparecen aspectos un tanto maniqueístas (él es poco afectuoso y especulativo; el otro padre es pobre pero juega todo el tiempo con los niños y se comporta como uno más).
La película grafica la ternura y la angustia que padecen los pequeños, que sin embargo se muestran mucho más proclives al proceso de adaptación que proponen los adultos (todo comenzará con fines de semana en las casas de sus verdaderos padres). El film también sigue (con menor efectividad dramática) el derrotero legal que todos deben enfrentar, pero esa sub-trama también es eficaz para posicionar a los cuatro padres frente al dinero y a la responsabilidad de los otros. Cada uno tendrá su punto de vista al respecto.
Desde la perspectiva de una filmografía soberbia, estamos frente a una película de Hirokazu Kore-eda“menor”. Por lo tanto, aún en ese panorama hay gran cine, merced a una puesta en escena concentrada en los gestos mínimos, un trabajo actoral de niños que revela la sensibilidad de quien los retrata, y una mirada justa sobre las contradicciones más decididamente humanas. Se trata, entonces, de un muy buen estreno para comenzar este año.