Durante mucho tiempo, este ambicioso proyecto de Martin Scorsese basado en la novela de Charles Brandt I Heard You Paint Houses (2004), parecía una de esas epopeyas imposibles de concretar. Sin embargo, el legendario director de joyas como Taxi driver, Buenos muchachos y El lobo de Wall Street, encontró en la participación de Netflix el aporte económico necesario para poder realizar El irlandés. Por su presupuesto de 159 millones de dólares, esta película hoy resultaría impensable si estuviera financiada en términos de recuperación y ganancia en salas de cine. En cambio, para el gigante del streaming la inversión representa algo así como una ficha de nobleza y un pasaporte para asegurar su presencia en la próxima entrega de los Oscar, operación que el año pasado jugó con destreza con Roma, el multipremiado film de Alfonso Cuarón.
Aclamada a nivel mundial, esta nueva obra maestra del talentoso italoamericano, se está proyectando solo en 58 salas de nuestro país, incluyendo seis pantallas de diferentes departamentos de Mendoza: Cine Universidad (Nave UNCuyo) en Ciudad, Tadicor en Las Heras y San Martín, Cine Amelix en San Rafael, Cine Américo en Tupungato y Cine Antonio Lafalla en General Alvear. Como el debut en Netflix está previsto para el próximo miércoles 27 de noviembre, esta película está disponible en pantalla grande solo durante una semana. Es prácticamente un mandato cinéfilo rendirle honores a esta maravillosa creación en una sala de cine.
Más allá del elaborado trabajo visual, que incluye el rejuvenecimiento digital de sus protagonistas, y de una banda sonora repleta de clásicos del rock, del jazz y del blues; este film merece ser observado con el mismo nivel de detalle con el que Scorsese lo ha orquestado minuciosamente plano a plano. Por su duración de tres horas y media, el espacio ideal para su total apreciación/disfrute es el que todavía hoy propone la pantalla grande en comunión con sus devotos espectadores. Lejos del tedio, la película tiene el pulso narrativo propio de un maestro que llega a la síntesis máxima de su estilo y que a la vez no se distrae en regodeos formales, sino que logra con cada secuencia un ejemplo de concisión en la que no sobra ni falta nada. El ascenso del camionero Frank Sheeran, interpretado magistralmente por un contenido Robert de Niro, nos introduce en la feroz mecánica de la mafia y sus fuertes conexiones con la política norteamericana durante cerca de tres décadas. Este hombre que no dudó a la hora de dar golpes o apretar el gatillo, fue una pieza fundamental en el poder que amasó el líder sindicalista de camioneros Jimmy Hoffa, aquí jugado por un catártico Al Pacino. En el medio de ambos, Russell Bufalino, el jefe de una influyente banda que además ofició como mentor y protector de Sheeran, encuentra en Joe Pesci el punto más alto de este trío de superpotencias actorales.
Como es habitual en el cine de Scorsese, todo conflicto gira en torno a dilemas morales en los que se agitan tensiones laborales y familiares. No hay una mirada psicologista sobre este puñado de personajes fuera de ley, sino un seguimiento quirúrgico, no exento de certeras pinceladas de humor áspero, sobre el filo de muerte por el que transitan cada una de las acciones y decisiones de estos hombres. Aquí no importa si esta es la historia oficial del final de Hoffa, de hecho el mismísimo FBI terminó desestimando la versión de Sheeran. Lo que enciende el interés de esta épica es la convicción con la que el realizador narra este apasionado tour de force de violencia, pactos y traiciones. Recurriendo a virtuosos planos secuencia que ya son su marca registrada, el inagotable potencial del cineasta que se acerca a los 80 años con cuatro nuevos proyectos en puerta, se luce en toda su magnitud con este flamante estreno.
Tomando como punto de partida la sólida base narrativa propulsada por Steven Zaillian, ganador del Oscar a Mejor guión adaptado por La lista de Schindler y nominado por trabajos como El juego de la fortuna, Pandillas de Nueva York (otra colaboración con Scorsese) y Despertares; esta película adquiere tintes de grandeza por la sabiduría de su director. Renovando el compromiso con el cine clásico y actualizando aquella promesa que hizo con otros colegas de su generación, este noble cineasta sigue apostando por la misión de conjugar entretenimiento y mirada autoral. Con un pie puesto en el gran espectáculo y otro en el retrato intimista, El irlandés es un brillante exponente de ese Hollywood que solo pueden sostener sus legendarios íconos.
Pero no todo está perdido en el marco de las nuevas camadas de realizadores que se lanzan a una aventura creativa bajo los rígidos límites de la gran industria. Para sorpresa de muchos, cuando Hollywood parecía hundirse en un puñado anual de títulos olvidables, este 2019 deja hitos como la hipnótica Ad Astra y la brutal Joker. Coincidentemente, el film del villano de risa espasmódica que se transformó en el evento cinematográfico del año, está conectado con dos obras maestras de Scorsese: Taxi driver y El rey de la comedia. Ahora, El irlandés viene a sellar la temporada con un acontecimiento que en cuestión de días pasará de la pantalla grande al living hogareño. Por el momento, butacas de salas de diferentes puntos cardinales de nuestra provincia les esperan en una cruzada que va más allá del romanticismo de ver cine en el cine. Porque Scorsese tiene el poder de catolizar al más férreo de los ateos. Para comprobar la experiencia, solo basta con asistir a su misa en el templo más indicado.
The Irishman / Estados Unidos / 2019 / 209 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: Martin Scorsese / Con: Robert de Niro, Al Pacino, Joe Pesci, Anna Paquin, Harvey Keitel, Stephen Graham, Jesse Plemons, Aleksa Palladino.