Una vez más nos encontramos ante un film sobre la crisis internacional. Una vez más estamos ante un ciudadano de una potencia mundial que se encuentra desconcertado por perder su estabilidad laboral. Pero no será esta vez mediante una película con mensaje esperanzador sino con el foco puesto en la resistencia de un hombre ante los embates del mercado que buscan quebrar su humanidad.
El precio de un hombre (La loi du marché, 2015) gira alrededor de su protagonista, Thierry Taugourdeau (Vincent Lindon), como si se tratara de un film de los hermanos Dardenne. La cámara del director Stéphane Brizé (Algunas horas de primavera) reposa sobre el rostro de su personaje principal: Rígido, sostenido, imposible de quebrarse aunque las circunstancias lo golpeen una y otra vez. El hombre tiene cincuenta y tantos, una familia que mantener, un hijo discapacitado con tratamiento permanente y varias deudas a cuestas. Lleva 15 meses sin encontrar trabajo y la agencia de empleo lo entretiene con cursos de capacitación para aprender oficios a los que nunca accederá. Su rostro resiste, como si la procesión fuera por dentro y estuviera siempre al borde del estallido. Pero él no explota, se contiene y es en esa contención donde está su lucha, su actitud combativa, su resistencia.
La película proyectada en competencia oficial en el 68 Festival de Cannes obtuvo el premio a la mejor actuación masculina y no es casual. El trabajo de Vincent Lindon lo es todo en una película que por momentos exagera en la cantidad de situaciones adversas que se le presentan al personaje. El film apuesta por su actor principal y no sólo no pierde sino que se potencia: su trabajo actoral es excelente y logra trasmitir la angustia y presión ejercida sobre su cuerpo y mente.
El título original de la película, "la ley del mercado", es mucho más acorde a la narrativa desarrollada desde la subjetividad del protagonista. No importa aquí tanto que pase (el derrotero económico del protagonista) sino cómo se resiste a fuerza de orgullo y dignidad ante la humillación que le impone el mercado. Es el sistema el que lo lleva y empuja una y otra vez a arrodillarse por un trabajo, por un préstamo, por una venta hipotecaria. Y es el mismo mercado el que explica que el destino del protagonista culmine en un trabajo de vigilancia que no tiene otra finalidad que señalar a sus pares.
El precio de un hombre es otra película más sobre la crisis pero desde un punto de vista honesto que, como hicieran Dos días, una noche (Deux jours, une nuit, 2014) o Recursos Humanos (Ressources humaines, 1999), trasmite los pesares del individuo ante la situación laboral pero, lejos de bajar la cabeza y poner buena cara a las circunstancia, enaltece el lugar de resistencia y lucha por la dignidad a conservar.