Conflictos morales de personajes comunes y corrientes: ése es el sendero por el que el cine rumano viene recorriendo desde hace un tiempo su exitoso camino para mostrarse como una cinematografía novedosa y potente.
Sin el aliento social que suele tener lo que filma y firma Cristian Mungiu (4 meses, 3 semanas, 2 días), El vecino es en su médula un thriller. Un thriller rumano, cabría acotar, ya que no hay un arma, no se escucha un disparo y sí hay una mujer muerta, un sospechoso y un hombre que cree saber quién la asesinó.
Sandu Patrascu (Teodor Corban) vuelve de correr con su perro y al subir por las escaleras de su edificio escucha que detrás de la puerta de un departamento discuten un hombre y una mujer. Se detiene. El hombre sale, y Patrascu lo reconoce. Es un vecino, sí, pero que vive con su esposa en otro piso. La vecina del segundo piso luego aparece muerta.
Radu Muntean (Aquel martes después de Navidad) toma el punto de vista de Patrascu. No lo abandona jamás. El protagonista sabe, o mejor dicho cree saber, que el vecino tuvo participación directa en la muerte. Lo cree el asesino, pero -siempre que hay un pero, se abre una puerta a la controversia- no lo dice. Ni a su esposa, ni a sus amigos con quienes ve un partido de la Champions League, menos a la policía que lo interroga en su departamento.
Si El vecino fuera una película de Hollywood, o proviniera de un país sin pasado totalitario, otra podría ser la lectura. Pero quienes pasamos por una dictadura, como también sucedió en Rumania, podemos ver, no entender o compartir, el no te metás de Patrascu.
El director, que sigue con la cámara sin primeros planos a Patrascu, descubre junto con el espectador, de golpe, que “Vali” Dima (Iulian Postelnicu) ingresa a su casa, se hace amigo de su hijo adolescente, su mujer le da de comer. Vali le había encargado un trámite burocrático con su automóvil, un trabajo con el que Patrascu (sobre)vive. De pronto, el protagonista se siente acosado. Por el vecino, y por su conciencia.
El vecino es un thriller al estilo de los que podría pensar Hitchcock, no Richard Donner. Las implicancias son más personales, y Patrascu en algún momento debería estallar. Pero si lo hace, ¿se sincerará ante todos?
El vecino es la segunda película rumana en estrenarse aquí este año, tras El tesoro, de Corneliu Porumboiu, y con los dos títulos exhibidos en competencia en Cannes por la Palma de Oro (y otro en Una cierta mirada, en el mismo festival), Muntean es otro puntal de un cine que atrae desde su trama y sus personajes más que por su narración. El vecino es thriller, pero también, un drama. No conviene dejarlo pasar de lado.