Irlanda 1920: trabajadores y campesinos forman grupos armados para enfrentar a los escuadrones británicos que frenan la lucha por la independencia irlandesa. Damien abandona su carrera de medicina y arrastra a su hermano, Teddy, en una violenta lucha por la libertad. Familias que antes estaban unidas se convierten en grandes enemigas, poniendo sus lealtades a prueba.
“Esta manera de entender el presente a partir de episodios del pasado no es nueva para Loach, que ya dio una clase magistral sobre el tema con Tierra y libertad, su lúcida visión de las escisiones del campo popular durante la Guerra Civil Española. Como en aquel film, ahora en El viento que acaricia el prado Loach también trabaja con improvisaciones colectivas, en las que los actores discuten espontáneamente los caminos a seguir en tumultuosas asambleas, que le dan al film una verdad infrecuente en este tipo de reconstrucciones históricas. Ese mural que va pintando el director tiene por protagonistas a los hombres, lanzados a la guerra, pero se diría, sin embargo, que Loach reserva los momentos de mayor nobleza para las mujeres que los impulsan y acompañan.
No todo el relato alcanza la misma intensidad y hay algunos tramos (sobre todo al comienzo) algo estereotipados en su representación del opresor británico y demasiado didácticos en su recreación del nacimiento del IRA. Pero cuando hacia el final Loach se interna en el conflicto de conciencia de esos dos hermanos, que deben resolver no sólo dilemas políticos, sino sobre todo de orden moral (“Estudié medicina y ahora le pego un tiro en la cabeza a este hombre... Espero que Irlanda valga la pena”, se pregunta Damien), su película alcanza la altura de sus mejores trabajos.” / Luciano Monteagudo - Página/12