Hay muchos atractivos en esta película de apenas una hora que tiene a la historia de los VJs argentinos como eje, pero también aborda asuntos como la experimentación en el campo del arte, el veloz desarrollo de la videorrealidad y hasta la neurología. La sugestiva voz del escritor y ensayista Rafael Cippolini, en este caso álter ego del director, suena ideal para este particular documental que se anima a incorporar ficción mientras trafica información muy interesante de un mundo muy poco conocido con suma inteligencia y, sobre todo, apelando a un humor refinado y eficaz. De yapa, la película recupera "Amor industrial", temazo de Aviador Dro, banda pionera de la electrónica española. Un film tan exótico como cautivante que llamó la atención con justicia en la última edición del Bafici