Una mujer maneja por la ruta. En una distracción atropella algo. Los días siguientes ella no reconoce los sentimientos que la unen a las cosas y a las personas. Una noche le dice a su marido que ha matado a alguien en la ruta. Recorren la zona pero sólo hay un perro muerto. Todo vuelve a la calma y el mal momento parece superado, hasta que la noticia de un macabro hallazgo preocupa nuevamente a todos.
“Martel y su enorme protagonista (una María Onetto tan singular que opera casi como mágica coautora del sentido) vuelven a recordar que sin ambigüedad no hay arte: que sin esa falta de ‘propósito’ (que tiende a ligar causas y efectos tan correctamente que aburre) no aparecerá ningún sentido que exceda la razón. Martel lo hace, de yapa, sin incurrir en abstracciones y como cruces múltiples de géneros. (…) Se trata de un cine que obliga a pensar porque transgrede categorías cerradas: géneros, ideas acabadas, gustos claros. Lo demás es luz en movimiento.” / Rafael Spregelburd - Perfil