El realizador Guillaume Nicloux adaptó la novela de Denis Diderot (llevada previamente al cine por Jacques Rivette en 1966), sobre una joven que es obligada a convertirse en monja. La religiosa (La Religieuse, 2014) cuenta con un austero y preciso trabajo de Pauline Etienne.
Suzanne tiene 16 años y es obligada por su familia a internarse en un convento. Por más que ese no sea su deseo, por motivos que no develaremos, la orden familiar se cumple a rajatablas. Más tarde, durante su temprana estadía en la orden religiosa, ella alzará la voz (siempre con calma, jamás con sumisión); Suzanne quiere una vida en la que Dios esté presente pero, claro, fuera de la institucionalidad eclesiástica.
La religiosa es un film de época que se concentra en los detalles más que en la grandilocuencia. El relato de Diderot desató un escándalo cuando se publicó, en 1760, pero hoy en día no puede aspirar a tal reacción. No obstante, la película de Nicloux conserva la posibilidad de reflexionar sobre los dogmas, la antítesis entre individuo y sociedad, y las exigencias y condicionamientos de la mujer en una época en la que estaba en una situación altamente desfavorable en comparación con la del hombre.
La primera parte está destinada a retratar la vida del personaje en familia, y opera un poco a la manera de Balzac, otro gran escritor francés que diseccionaba el corpus social en cada uno de sus relatos. Aquí, la mirada está atenta sobre los mecanismos de construcción familiar, las costumbres y los rituales urbanos (el matrimonio de las hermanas y la búsqueda de candidatos rentables). Luego, la película se concentra en la llegada de Suzanne al convento, con su micro-clima que la película grafica de manera precisa, merced a un logrado trabajo de arte y fotografía. El personaje primero entabla una muy buena relación con la madre superiora, hasta que más tarde llega una nueva, representante del peor autoritarismo religioso.
Etienne logra un trabajo mesurado y a la vez desbordante, por más que su drama sea transitado más interna que externamente. Hacia la segunda mitad de la película llega una nueva madre superiora, interpretada por Isabelle Huppert, quien introduce el elemento sexual de una forma disruptiva. La presencia de este personaje funciona como un nuevo episodio sobre el sufrimiento de Suzanne en el convento, una “gota que rebalsa el vaso”. Aunque no sea el trabajo más destacable de Huppert, no deja de ser una fortuna verla en la pantalla grande, en un duelo actoral que, claro, apuntala más a la joven protagonista.