Julia se despierta una mañana al lado de dos cuerpos ensangrentados. Se trata de dos hombres, uno aún vivo y el otro ya muerto, que han sido sus amantes, y de uno de los cuales ella espera un hijo. Julia decide entregarse a la policía y es trasladada a la cárcel, a la unidad de presas embarazadas.
“Tal vez sea no sólo la mejor película de Pablo Trapero, sino uno de los picos más altos alcanzados hasta ahora por lo que podría llamarse ‘generación del ’90’. (…) En una película en la que no hay un solo rubro técnico que no rinda a la mayor altura (la música de Intoxicados, Chango Spasiuk y Los Palmeras, el montaje del propio Trapero y Ezequiel Borowinsky, el casting, la dirección de arte de Coca Oderigo, y así siguiendo), el trabajo de cámara es de una maestría tal, que de aquí en más debería tomarse como modelo en cada escuela de cine. Otro tanto debería suceder con el de Martina Gusman.” / Horacio Bernades – Página/12