En una remota granja de Nueva Zelanda un científico está realizando un irresponsable programa de ingeniería genética que intenta crear la “oveja perfecta”. Cuando un grupo de ineptos activistas medioambientales deja en libertad a un cordero mutante, miles de ovejas se convierten en depredadores sedientos de sangre cuyo objetivo es acabar con la raza humana.
“No apta para espíritus impresionables ni para amantes de un cine más clásico y austero. (…) En Muerte en la granja hay, más allá de las apuntadas dosis de humor y terror, un poco de todo: aventuras, conflictos familiares y hasta un inevitable romance. Si bien Jonathan King profesa el culto por la producción de bajo presupuesto, su film es sólido y eficaz tanto desde lo narrativo como desde lo visual. Una película con el espíritu de la clase B, pero que puede jugar tranquilo en la primera A del cine mundial. / Diego Batlle - La Nación