Tras alzarse con la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2019, el director surcoreano Bong Joon-ho, hilvanó un tendal de premios en distintos certámenes mundiales hasta llegar a las seis nominaciones a las que aspira con Parasite en la próxima entrega de los Oscar. El film ya tiene prácticamente garantizado el galardón a Mejor película internacional, aunque también podría dar la sorpresa en alguno de los otros rubros, entre los que se destacan: Mejor película, Mejor director y Mejor guión original.
Con un vibrante pulso narrativo que se mantiene de comienzo a fin, esta provocadora tragicomedia urbana hinca el diente en las diferencias de clase entre dos familias: una que sobrevive en una minúscula vivienda bajo el asfalto con pequeñas ventanas que dan a la calle, y otra que habita en una lujosa mansión provista de enormes ventanales con vista a un gran jardín. Oscilando entre el humor incómodo, el suspenso vertiginoso y salpicones de violencia catártica, Parasite retoma el abordaje de la sátira social que el aclamado realizador oriental ya había practicado en títulos como The host y Memorias de un crimen. La receta una vez más apuesta a la mixtura de códigos genéricos para derivar en un suculento banquete que estalla frente a los sentidos de la platea.
De la trama, lo único que es prudente anticipar es el plan que traza el clan en desgracia para infiltrarse como trabajadores en el gran caserón. Ese primer tramo, está dominado por un tono juguetón y voluntariamente previsible. Sin embargo, una vez que el cuarteto de ricos queda bajo el mismo techo que el cuarteto de pobres, la película cobra un rumbo imprevisible y perturbador. Si la falta de sutilezas y el subrayado en otras películas sobre desigualdades sociales resultan absolutamente tediosas, aquí varios conceptos que aparecen enunciados explícitamente logran escapar al lastre de la solemnidad apostando a un vibrante ejercicio de desmesura.
El mayor triunfo de Parasite reside justamente en la falta de temor a la hora de transitar sus momentos más tensos y afiebrados, zambulléndose de lleno en situaciones exuberantes en las que el absurdo y la tragedia colisionan, no para llegar al regodeo en el cinismo, sino para que como platea seamos testigos y partícipes de la espectacular tragedia existencial en la que vivimos, tanto desde la mareada óptica de nuestra realidad cotidiana, como desde esa mirada que parcialmente sobrevolamos a través de titulares en los medios. El talentoso realizador surcoreano no necesita ponerse en pontificador. A pesar de su hondo contenido, Parasite jamás pretende erigirse como una película de denuncia. Estamos frente a un recargado banquete, en el que la descarnada carrera por la riqueza material se estrella contra el sinsentido de un mundo que ha perdido toda capacidad de empatía.
Hay quienes auguran que este film podría dar la sorpresa llevándose el codiciado Oscar a Mejor película, pero no nos engañemos. Los miembros de la Academia habitualmente se inclinan por títulos más académicos. En este sentido, a través de algunas premiaciones previas a la que se entrega el próximo 9 de febrero, 1917 parece ser el exponente ideal a la hora de ungir esa mezcla de virtuosismo y valores confeccionados a la medida del máximo galardón de la industria. Mientras tanto, cuatro films con suculentas dosis de irreverencia como Guasón, Había una vez... en Hollywood, Jojo Rabbit y Parasite; van por la cabeza del Oscar. Ya es hora de darle a ese hombrecito dorado algo de entidad y nobleza cinematográfica.
Gisaengchung / Corea del Sur / 2019 / 132 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Bong Joon-ho / Con: Song Kang-ho, Lee Sun-kyun, Jo Yeo-jeong, Choi Woo-sik, Park So-dam, Lee Jeong-eun, Jang Hye-jin.