Vaya uno a saber por qué, a sus 80 años, Eleanor Coppola decidió el año pasado filmar su primer largometraje de ficción. La esposa de Francis Ford Coppola tiene en su haber varios documentales, uno de ellos codirigido (Hearts of Darkness: A Filmmaker’s Apocalypse, sobre el rodaje de Apocalypse Now) y algún telefilme, y el argumento que eligió para esta suerte de opera prima ficcional tiene a la esposa de un productor famoso viviendo una experiencia tal vez única.
Cuánto de autobiográfico y cuánto de fantasía e invención habrá en París puede esperar sólo lo sabrán ella y su marido.
Diane Lane, que trabajó con Francis en Los marginados y Cotton Club, es Anne. Están en Cannes, el Festival está terminando y su marido (Alec Baldwin, con quien arranca el filme al comienzo y casi que desaparece) es un workaholic, casi no la atiende. Debe partir a Marruecos a solucionar problemas de un rodaje, y quedan en encontrarse como habían planeado en París. A ella sus dolores de oído no le recomiendan tomar el avión y acompañarlo. Pero Jacques, un socio francés de Michael (Arnaud Viard, actor, director y guionista), se ofrece a llevarla en su auto a París. Ella iba a tomar el tren. Pero acepta.
Lo que sigue es el recorrido por la campiña francesa, con paradas estratégicas para conocer la cultura, la comida y la historia de Francia, con Jacques como guía turístico. Pero uno imagina que quiere algo más que ser acompañante de viaje de Anne.
La película no tiene las pretensiones artísticas del marido de Eleanor, ni de su hija Sofia, y quizá se vea favorecida de ello. El tono siempre, pero siempre, es amable, entre cortés y sociable. Los paisajes y las vistas son divinos, nadie alza la voz, comen manjares en restaurantes de lujo o hacen picnics con exquisiteces.
Después, lo que pase entre Anne y Jacques queda a juicio del espectador.
Como sentir que disfrutó 90 minutos que se le pasaron volando, o que los pudo aprovechar en algo más sustancioso. Pero a contramano de lo que sentencia el título de la película, París, se sabe, no puede esperar.