Quien ríe último, ríe mejor"; dice el tan repetido refrán que perfectamente podría aplicarse a la situación que atravesó el director Olivier Assayas en la edición 2016 del Festival de Cannes. Allí, su película Personal Shopper recibió un estruendoso abucheo durante una función de prensa. Días después, el francés levantó el premio a Mejor Director en el prestigioso festival internacional.
El film marca la segunda colaboración consecutiva entre el realizador de Irma Vep y Las horas del verano, con la actriz Kristen Stewart (ya muy por encima del mote de ser "la chica de Crepúsculo"). En en el eslabón anterior, El otro lado del éxito, Stewart interpretaba a la asistente de una estrella (Juliette Binoche); ahora vuelve a estar bajo las órdenes de una celebridad frívola y demandante, a quien apenas veremos en escuetos momentos de la película.
Toda la atención y toda la tensión del relato giran alrededor de Maureen Cartwright, la asistente de compras, encargada de buscar las joyas y los vestidos más exclusivos en tiendas y talleres de diseñadores de diversas ciudades. Maureen (Kristen Stewart) detesta su trabajo y transita como alma en pena por aeropuertos, trenes y calles. Su única motivación es establecer contacto con Lewis, su gemelo recientemente fallecido. Ella padece la misma afección cardíaca que marcó el final de la vida de su hermano, pero lo que más la inquieta no es la chance de estar en el umbral de la muerte, sino la angustia frente a la ausencia de una señal de Lewis que no termina de llegar. Los dos compartieron sesiones como médiums, y pactaron que quien partiera primero le enviaría un signo al otro.
Tras la inquietante primera secuencia en el caserón vacío que Maureen intenta vender (el lugar donde falleció su gemelo), unos sonidos amagan con desatar una furia fantasmagórica. Pero no. Assayas no cae en la catarata efectista de los films sobre fenómenos sobrenaturales, ni tampoco en el consabido registro de thriller cuando la protagonista empieza a recibir múltiples mensajes de texto, con un tono que se desplaza de la complicidad al hostigamiento. ¿Es el hermano de Maureen el autor de esos SMS? A medida que avanza el relato, el director va poniendo en relevancia que la médula de su película pasa más por lo incierto, que por la dinámica de conjeturas y evidencias.
Aún cuando la resolución del relato pareciera saldar las intrigas que la película ha tejido laboriosamente durante su metraje, Personal Shopper prevalece como una propuesta arriesgada dentro de los cánones de un cine tan adormecido, como el que actualmente se proyecta en las pantallas festivaleras. Assayas juega a su manera las cartas del cine de género, con un film que va más allá de lo fáctico, para hincar el diente sobre temas como el desdoblamiento, el vacío y el abismo que implica enfrentarse la idea de dejar ir.
En tiempos de tantas propuestas unidimensionales, Personal Shopper propone un trance incierto que se abre a múltiples planteos; algunos de ellos exquisitamente incómodos. Unos golpes sobre el suelo, un par de vasos que caen, una figura blanquecina que asecha y se desvanece en el aire; pueden ser perturbadoras señales espectrales. Sin embargo, la verdadera naturaleza del horror no está en su manifestación, sino en algo más tenebroso, que se repliega en el intangible revés de los fantasmas.
Personal Shopper / Francia-Alemania / 2016 / 105 minutos / Apta para mayores de 13 años / Guión y Dirección: Olivier Assayas / Con: Kristen Stewart, Lars Eidinger, Sigrid Bouaziz, Anders Danielsen y Ty Olwin.