La batalla legal de la jueza chilena Karen Atala por la custodia de sus hijas, que fueron separadas de ella por su orientación sexual, fue el origen de Rara (2016), película premiada en la última Berlinale, donde Pepa San Martín aborda el conflicto desde la mirada de una adolescente cuya madre se ha divorciado de su padre para formar pareja con otra mujer.
Sara (Julia Lübbert) comienza a transitar el camino de la adolescencia en medio de la disfuncionalidad familiar. La madre abandonó al marido para convivir con otra mujer. Mientras que en el ámbito familiar el cambio se vive con naturalidad, en el afuera el ambiente es totalmente opuesto, hostil. La trama lleva el punto de vista de Sara que, a diferencia de su hermana menor Cata, que acepta sin condicionamientos la relación de su madre, es consciente de la mirada reprobatoria con la que la observa gran parte del entorno adulto.
Si una virtud tiene Pepa San Martín es la de construir un relato desde la sutileza tanto de lo que muestra como de cada una de las líneas de diálogo que conforman un texto potente donde es más lo que se insinúa que lo que se dice. Que el único punto de vista sea el de Sara y este no tenga condescendencia alguna también es un acierto y refuerza este planteo narrativo. Todo lo que se ve y se dice en la película es según como lo vivencia Sara, por eso hay fragmentos o puntos obscuros que pueden parecer no resueltos, pero que ante esta lógica narrativa quedan plenamente justificados.
Ambientada en la ciudad de Viña del Mar, Rara, juego de palabras en alusión a Sara y sus sentimientos contradictorios, se estructura como un rompecabezas donde será la propia protagonista la encargada de acomodar cada una de las piezas en su interior, para así afrontar la hostilidad homofóbica del universo externo que la rodea.