A los pocos minutos de Terapia en Broadway, se sabe, se siente, se disfruta una certeza: estamos ante un maestro que sabe brillar en su juego, que dispone secuencias memorables una tras otra sin que se note el esfuerzo, como si respirara cine, gracia, comedia. Es un acontecimiento: el regreso al cine y a las salas argentinas de uno de los grandes directores que tuvo el cine estadounidense entre fines de los sesenta y principios de los noventa (luego su actividad se hizo mucho más esporádica): Peter Bogdanovich, el de Targets, La última película, Texasville, Luna de papel, Una cosa llamada amor.
Terapia en Broadway, película que -como pasa en general con los autores- conecta con buena parte de la filmografía del realizador, se relaciona sobre todo con esas dos maravillosas comedias de enredos llamadas Nuestros amores tramposos (They All Laughed) y Detrás del telón (Noises Off?), que hizo a principios de los ochenta y de los noventa respectivamente. De hecho, cualquiera de esos dos títulos en castellano podría usarse perfectamente para esta película, que es algo así como un derivado, una reencarnación de las dos. Amores enredados y teatro, hasta un detective. Todo en tono de farsa, con la velocidad screwball del período clásico.
Hay una compañía teatral que prepara una obra, un director, un autor, un actor y una actriz principales, una psicoanalista, una escort que se ha convertido en actriz de éxito (su relato mediante una entrevista estructura el relato) y una Nueva York luminosa y en modo jazz. Los intérpretes deslumbran: Owen Wilson con su sapiencia de comediante más lo que aprendió en Medianoche en París, de Woody Allen; Jennifer Aniston, con su modo endiablado; Imogen Poots, con su encanto para engañar con aparente inocencia; Kathryn Hahn, con la enésima confirmación de su talento cómico, y todo un elenco que sabe empezar a jugar y devolver los pases con una notable precisión, con una gracia fuera de época, dicho esto en el mejor de los sentidos posibles.
La propia película establece sus coordenadas al principio y al final, defiende su lógica:Terapia en Broadway cree en el poder del mito del cine, de Hollywood, sabe del barro con el que se ha construido, pero se fascina por el esplendor y la luz que puede conseguir y vender, por la felicidad de hacer comedia amasada en el amor del cine y por el cine. Los nombres que son influencia van desde Lubitsch hasta Hawks y Sturges, y a la cinefilia de Bogdanovich la refuerzan Wes Anderson y Noah Baumbach como productores y Quentin Tarantino en una significativa aparición. Si extrañaban la comedia de cruces amorosos, de enredos improbables, liviana en su encarnación más burbujeante y rítmica, Terapia en Broadway es una cita imprescindible.