Notable actriz y, por lo visto en películas como Actrices y Un castillo en Italia, también una más que interesante guionista y directora, Valeria Bruni-Tedeschi ofrece un relato de neto corte autobiográfico (está basado en dos hechos extremos que afectaron su vida) que incursiona con solvencia tanto en el melodrama más denso como en la comedia de enredos más ligera.
Una familia italiana de otrora exitosos industriales se ve obligada a deshacerse del "castillo" del Piamonte en el que vive. Mientras ese viejo mundo se desmorona, una de las hijas llamada Louise Rossi Levi (la propia Bruni-Tedeschi) se enamora a los 43 años de Nathan (Louis Garrel), un actor mucho menor con el que desarrolla una relación casi maternal.
Las cosas no serán nada fáciles para esta auténtica antiheroína hasta entonces sin pareja, sin hijos, sin trabajo (ella ha decidido abandonar la actuación), pero con todo tipo de traumas y conflictos.
Bruni-Tedeschi no pretende ser sutil ni prolija en esta exploración de la crisis de los 40, en su reflexión sobre los deseos y los miedos (la decisión de tener un hijo y la inminencia de la muerte de su hermano), pero tampoco es complaciente ni demagógica.
Con El jardín de los cerezos, de Antón Chéjov, como principal fuente de inspiración, y su propia experiencia familiar como motor del film, Un castillo en Italia estrenada en la competencia oficial del Festival de Cannes 2013 trabaja sobre los contrastes, las oposiciones y las dudas más íntimas de la protagonista.
El film, inquietante y por momentos incómodo, cambia todo el tiempo de tono, de género y de dimensión, pero nunca pierde esa sensibilidad, esa autenticidad, esa sensación de que la realizadora y protagonista está poniendo el cuerpo (y su talento, claro) en cada uno de los fotogramas.