En 1989 el país entero había visto en vivo por televisión al pueblo movilizado en la plaza frente al palacio de gobierno festejando la huida en helicóptero del dictador Ceasescu. En un barrio tranquilo al este de Bucarest, a 16 años de ese día histórico, Jderescu, el dueño de un canal de tv local invita a dos personas a compartir sus momentos de gloria revolucionaria. Uno es Piscoci, un viejo jubilado que suele disfrazarse de Santa Claus en las navidades, el otro es Manescu un profesor de historia endeudado por dilapidar su sueldo en bebida. Juntos van a evocar el día en que irrumpieron frente a la casa de gobierno al grito de "Fuera Ceasescu". Pero muchos televidentes llaman al programa para refutar la versión de estos curiosos personajes, sosteniendo que Ceasescu huyó y la gente luego llenó las calles y las plazas. ¿Fue o no fue una verdadera revolución? ¿Cuál es la verdad histórica? El debate transita por los ribetes del absurdo ante unas torpes cámaras de tv que no logran acertar un solo encuadre.

“El gran logro de Bucarest 12:08 está en el crescendo que el director va logrando a partir de la acumulación de pequeños detalles. (...) Hubiera sido fácil para Porumboiu burlarse meramente de la mediocridad y cobardía de sus personajes, pero su película es capaz de ir un paso más allá y –sin exculparlos– dotar a cada uno de ellos de una humanidad plena de matices y claroscuros. En términos narrativos, el director además hace un uso excepcional de la escasez de sus materiales.” / Luciano Monteagudo - Página/12